domingo, 11 de marzo de 2018

Echar de más



Muy de vez en cuando, puede pasar que eches de menos un domingo después de comer, de esos que no hacías nada o te quejabas porque hacías demasiado, puede incluso que eches de menos un sábado por la noche de los que estabas poco a favor pero nunca salías, o hasta puedes echar de menos un lunes por la mañana sin ganas de levantarte o con muchas ganas de hacerlo. 

Puede que eches de menos un verano que ni te pertocaba, o una noche estival que te arrepentiste de no haber pasado con quien era correcto que pasaras. Puede que eches de menos lágrimas, aunque se echan más de menos las risas. Puede incluso, que eches algún cabreo de menos. 

Que irónica es la vida. Cuando menos en paz estás más echas de menos la calma. Y cuando más calma tienes menos la deseas.

Puede que incluso eches de menos lo que nunca llegaste a hacer. O que eches de menos eso que hiciste con desgana, lo hubieras hecho mucho mejor sabiendo que era el último. 

Echas de menos muchas sonrisas robadas a traición, eso sí. 

Lo que tienes la suerte de no echar de menos por seguro, es esa sonrisa tuya sin importar quién te la provoque. Esa no vas a echarla jamás de menos. Pobre aquél que algún día la eche de menos, porque él si que nunca más va a poder tenerla. 

Que suerte tú que la ves cada día. 

Y suerte la tuya también que solo echas de menos muy de vez en cuando. 

Tú siempre de más.

(Que suerte que no puedas echar de menos lo que solo tuviste en tus sueños. Que suerte que aún puedas vivirlo por primera vez) 

*nna.