Muy de vez en cuando,
puede pasar que eches de menos un domingo después de comer, de esos que no
hacías nada o te quejabas porque hacías demasiado, puede incluso que eches de
menos un sábado por la noche de los que estabas poco a favor pero nunca salías,
o hasta puedes echar de menos un lunes por la mañana sin ganas de levantarte o
con muchas ganas de hacerlo.
Puede que eches de menos
un verano que ni te pertocaba, o una noche estival que te arrepentiste de no
haber pasado con quien era correcto que pasaras. Puede que eches de menos
lágrimas, aunque se echan más de menos las risas. Puede incluso, que eches algún
cabreo de menos.
Que irónica es la vida. Cuando
menos en paz estás más echas de menos la calma. Y cuando más calma tienes menos
la deseas.
Puede que incluso eches
de menos lo que nunca llegaste a hacer. O que eches de menos eso que hiciste
con desgana, lo hubieras hecho mucho mejor sabiendo que era el último.
Echas de menos muchas
sonrisas robadas a traición, eso sí.
Lo que tienes la suerte
de no echar de menos por seguro, es esa sonrisa tuya sin importar quién te la
provoque. Esa no vas a echarla jamás de menos. Pobre aquél que algún día la
eche de menos, porque él si que nunca más va a poder tenerla.
Que suerte tú que la ves
cada día.
Y suerte la tuya también
que solo echas de menos muy de vez en cuando.
Tú siempre de más.
(Que suerte que no puedas
echar de menos lo que solo tuviste en tus sueños. Que suerte que aún puedas
vivirlo por primera vez)
*nna.
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