martes, 12 de diciembre de 2017

¿Que te parece si vuelves?



Cojo tu lápiz, y empiezo a desdibujar palabras, como si ellas pudiesen darme alguna justificación, alguna respuesta, o pudieran hacer que vuelva lo que se marchó sin preguntar.

Barcelona se despierta, sus luces ya se apagan, parece que sus calles ya tienen ganas de ser pisadas. Y a mí que me encanta ver salir su Sol, hace días que solo voy narrando por sus calles, como si de una prosa nostálgica se tratara mi vida.

Bajo los efectos de mi café con leche de soja madrugador, parece todo más claro, me engaño. Yo solo quiero volverme a partir contigo nuestro bikini y el lomo con queso, mientras te recuerdo que mejor no pidas hoy Coca-Cola. Y que no mezcles con Red Bull, ojalá que cada vez que tengas entre tus manos un cubata festivo te acuerdes de mi, y todo te parezca menos fiesta.

Muero, vivo, sueño y me despierto pensando en tu sonrisa, esa que te provocaba yo. Te echo de menos, nos echo de menos. Yo no estaba de acuerdo en que te fueras, Y lo hiciste. Vuelve si quieres, yo estaré esperando a ver si llega una borrasca de amor primerizo y te vuelvo a enamorar. 

Te quiero. T’2A.

martes, 5 de diciembre de 2017

Descubriendo el dolor

Ella era incapaz de imaginarse como podía albergarse tanto dolor en un solo corazón, deberíamos tener dos corazones para poder gestionar todo ese dolor que ella sentía.
Tenía miedo, se sentía culpable, se sentía sola, débil y abatida. Esa incertidumbre de lo que siempre había tenido fijo y seguro. Estaba rota.
Estaba tan triste que parecía que la decisión final ya se la hubieran hecho saber, no podía almacenar tanta tristeza, se estaba muriendo, se estaba dejando morir.
Ella deseaba el aire fresco que se llevara toda esa mierda, que la hiciera feliz de golpe, que los hiciera desvivirse el uno por el otro como si no hubiera mañana.
Vuelve a llorar, vuelve a destrozarse.
No estamos hechos para soportar tanto dolor.

Te quiero.

miércoles, 22 de noviembre de 2017

Que arrope sin achuchar.



Hoy ella necesitaba que le cayera un buen chorro de agua encima. 

Y no lo necesitaba bien frío para despertarse de nada, como tanto le había hecho falta otras veces, no. Hoy lo necesitaba caliente, tan caliente que hubiera un limbo muy fino entre el gusto y el quemazón. Hoy necesitaba un agua transparente tan caliente que la arropara, que su humo difuminara sus miedos, una bañera caliente que la mimara un poco, que la hiciese sentir cómoda y renovada, que le sacase ese frío que llevaba dentro de golpe, y que le devolviese su calor.

Su comodidad se albergaba sola, y no era nada malo aparentemente. Lo escalofriante era cuando su comodidad se hallaba solo con su propio calor, cuando se había acostumbrado a que nadie la bañase en agua cálida. Sola e independiente como siempre, pero no querría acostumbrarse a ello. Al final siempre le daba la espalda. 

A ella le encantaba el agua hirviendo. O muy fría, tanto que helase. 

La cuestión era que fría o caliente, tenía que dejarla sin aliento.