miércoles, 22 de noviembre de 2017

Que arrope sin achuchar.



Hoy ella necesitaba que le cayera un buen chorro de agua encima. 

Y no lo necesitaba bien frío para despertarse de nada, como tanto le había hecho falta otras veces, no. Hoy lo necesitaba caliente, tan caliente que hubiera un limbo muy fino entre el gusto y el quemazón. Hoy necesitaba un agua transparente tan caliente que la arropara, que su humo difuminara sus miedos, una bañera caliente que la mimara un poco, que la hiciese sentir cómoda y renovada, que le sacase ese frío que llevaba dentro de golpe, y que le devolviese su calor.

Su comodidad se albergaba sola, y no era nada malo aparentemente. Lo escalofriante era cuando su comodidad se hallaba solo con su propio calor, cuando se había acostumbrado a que nadie la bañase en agua cálida. Sola e independiente como siempre, pero no querría acostumbrarse a ello. Al final siempre le daba la espalda. 

A ella le encantaba el agua hirviendo. O muy fría, tanto que helase. 

La cuestión era que fría o caliente, tenía que dejarla sin aliento.

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