Me acuerdo de agosto.
Me acuerdo
de su calor frío, y de sus giros de 360 grados. Me acuerdo de sus idas y venidas, de sus portazos vacíos, y de sus paseos llenos. Y de llamadas, sobretodo de llamadas.
Me acuerdo de agosto y me
acuerdo de su sabor. Olía a verano, olía a risas y a cervezas, olía a olas y a
atardeceres en la playa, olía a cambios y olía a encontrarnos detrás de una voz amiga.
Agosto eran llamadas que
te llevaban a flote, agosto era escaparse para encontrarse, agosto era conexión
en plena desconexión, agosto era una cuesta arriba y una frenada a media bajada.
Agosto eran sorpresas, agrias o dulces, pero sorpresas. Agosto era imaginar ir
lejos aun quedándose plantado.
Agosto era convencerse de
que “todo pasa por algo”, septiembre era creérselo.
Agosto era la risa a
medio llanto y la paz en pleno caos. Agosto era encontrar algo sin buscarlo y
buscar lo “in-buscable”. Agosto y su antítesis emocional que te agarraba, te abrazaba
y te rompía.
Agosto eras Tú y era Yo.
Agosto eran ellos que nos unieron más. Agosto era el final de la bajada de julio, pero también la dulce subida de septiembre.
Agosto era buscarnos,
septiembre era encontrarnos.
(Y es que para ser septiembre primero hay que ser muy agosto)
*NNA.
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