domingo, 20 de marzo de 2016

Me rindo ante ellos.

Hacía algunos meses que no veía esa mirada, hacía unos meses que era feliz. Sí, muy feliz. Pero lo de ayer fue otro nivel.
Sus ojos azules, tímidos pero saltones a la vez, con tanto que contar  pero con tanto escondido. El mundo se reducía a ellos cuando brillaban con esa magia, creo que ni él mismo sabía que la poseía. Tal vez solo era cosa mía, tal vez solo podía verla yo, y te juro que lo prefería así, egoístamente, que nadie más los conociera así como yo los veía.
Sus mejillas eran otra magnifica historia también. Rojas por ese sol de primavera o quizás por el calor del edredón que ya sobraba al dormir esos mediodías de ligera brisa cálida.
Sus ojos clavados en mí, con esa mirada tan fuerte que avergonzaba, que te dejaba desnudo ante todo, ante la vida misma. Solo podías hacer dos cosas, o cerrar los ojos e intentar ignorar los suyos, o rendirte ante esa fuerza azul brillante de su mirada.
Las palabras sobraban. Mentira, mejor dicho las palabras se quedaban cortas. No había palabras para describir sensaciones como aquellas, o tal vez mi ignorancia me impide narrarlas. Cualquier palabra pronunciada en aquel preciso momento habría hecho a pedazos aquel bucle que nos separaba del mundo real, nunca mejor dicho, era como columpiarme en la luna.
Solo me cayó una lágrima, quizás más de una lo acepto. Pero nadie me ha enseñado a transmitir algo tan fuerte, no sabía hacerlo, nadie me educó para ello, nadie me describió eso antes, nadie me previno de ello. Quizá es tan mío que me he creado un sentimiento.

No lo era todo, más solo puedes serlo todo tu solo. Pero sí que era gran parte de mi todo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario