A mí que nadie me ha enseñado a amar. O a dejar de
hacerlo. Yo que no tengo ni idea de en qué momento me empecé a dar cuenta que
la vida iba en serio, o quizás ni me he dado cuenta aún. Yo que siempre hago
sin darme explicaciones, las que ahora busco, las que ahora me incomodan, me
malinterpretan, me matan.
A mí que siempre me han dicho que haga lo mejor o
que ni lo empiece, que siempre habrá alguien mucho mejor que yo esperando mi
decadencia para aprovecharse. A mí que siempre me han marcado en tinta negra
que el esfuerzo es la clave del éxito, que sin él no caminaras ni dos metros,
que sin él no caminas, te arrollan.
A mí ninguna mente humana me ha dicho qué hacer si
llega alguien que sepa amar más que yo, distinto. Esfuerzo y amor en caminos
paralelos no dan ningún concepto claro.
Yo que no sé asimilar el pasado del que no haya
formado parte, ni el futuro del que quizás tampoco pinte nada mi presencia, más
bien un estorbo. ¿Cuándo no pintas nada donde queda el esfuerzo? Muere contigo,
vive sin ti.
Que la vida cambia, que viva el presente, que
ahora o nunca. Todas esas frases las sé yo como nadie, pero solo las sé, solo
las sé leer, ni siquiera las sé vivir. ¿Un pasado sin mí? Mejor ni me lo
cuentes, no me acostumbro. Lo siento. O tampoco tanto.
La curiosidad mata al gato. El gato saca las uñas,
se enfada, me marca de heridas, pican, me enojan. Otro día me callo. Pásame el desinfectante
de mí. Que quiero volver a despertarme hoy.
(Buenos días, las nubes no solo han cubierto el
cielo, me han tapado a mí también)
·nna
No hay comentarios:
Publicar un comentario